Desconsuelo Primero

Corona de los Siete Dolores

La profecía de Simeón en la presentación del Niño Jesús

Virgen María: por el dolor que sentiste cuando Simeón te anunció que una espada de dolor atravesaría tu alma, por los sufrimientos de Jesús, y ya en cierto modo te manifestó que tu participación en nuestra redención como correctora sería la base de dolor y, por los méritos del mismo, haz que seamos dignos hijos tuyos y sepamos imitar tus virtudes.

Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo, bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios, Ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte,

Amén

Doloroso Septenario

En Honor de la mujer más amante de Jesús, de la madre más afligida, María Santísima, Madre de Dios y Madre de Pecadores, ante su soberana y hermosa imagen del

DESCONSUELO

Por la Señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos líbranos Señor, Dios nuestro.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo,

Amén

Acto de Contrición

Dios de toda consolación y paciencia, que después de haberme criado y estampado en mi la hermosura de tu imagen, viéndola borrada por mis infinitas culpas, me mandaste a tu Hijo Eterno, para que hecho hombre, por medio de un cúmulo de tormentos, me redimiese.

Vos, Señor, que no quieres que me pierda, sino que con toda paciencia me estás aguardando, a que yo emprenda el camino de la penitencia, aquí estoy ya postrado en vuestra Soberana presencia, arrepentido de todos mis pecados, repitiendo mil veces, que me pesa en el alma de haberte ofendido, proponiendo la enmienda de mi vida y esperando en vuestra infinita misericordia, por los méritos infinitos de la Pasión de mi Señor Jesucristo y los Desconsuelos de su Santísima Madre, la gracia de ser perdonado,

Amén

Consideración

Considera alma mía a la Purísima Virgen Madre del Salvador, como después de haber pasado una noche triste llena de amarguras, habiendo visto a su Hijo de tribunal en tribunal, coronado de blasfemias, lleno de aprobios, cargado de azotes y todo envuelto en sangre; lo mira, ya no sobre e Monte Tabor lleno de gloria, no aclamado por los que le rodean, como en el Monte de la Mirra, para ofrecer su último sacrificio con indecibles tormentos, el mismo que esta Señora con los más vivos dolores debía de ofrecer al Eterno Padre.

Considera como estaría el alma bendita de María Santísima sobre este Monte rodeada de tantos enemigos, qué como leones rugientes, desean ya devorar al Salvador. No encuentra algunos de tantos a quienes había hecho inmensos beneficios, pues hasta los discípulos lo habían dejado.

Acompáñala en su espíritu, en ese Desconsuelo, rezándole devotamente siete Ave Marías:

  1. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo, bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
    Santa María, Madre de Dios, Ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte, Amén.
  2. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo, bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, Ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte, Amén.
  3. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo, bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, Ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte, Amén.
  4. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo, bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, Ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte, Amén.
  5. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo, bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, Ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte, Amén.
  6. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo, bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, Ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte, Amén.
  7. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo, bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, Ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte, Amén.

Oración

Bendita seas Virgen Purísima, Madre de mi corazón, yo te alabo y te bendigo por ese Desconsuelo, que padeciste sobre el Monte Calvario, a la vista de las Penas que cubrían a mi Jesús, a la vista de la muerte inhumana que aguardaba, y de los tormentos crueles que le preparaban. Te pido me alcances de mi Salvador el don de la paciencia en mis trabajos y que estando yo en el Monte de la tribulaciñon, no me falte la gracia que me fortalezca, y para que llevando con resignación las adversidades de esta vida, merezca veros y gozaros en la Gloria, Amén.

Maravillas obradas a la invocación de la Virgen Santísima del Desconsuelo

En el año de 1727, a la víspera de todos los Santos, estando Manuel Aguilar acostado con su mujer Manuela Blanco, y con un niño que tenían, al despertar por la mañana hallaron al niño ahogado. En medio de tanta aflicción no tuvieron otro recurso que el del Cielo, e invocaron a la Madre de Dios del Desconsuelo, de quien eran devotos e instantáneamente empezó el niño a moverse y dar señales de vivo y de estar sano.

Lecturas del día (pinchar aquí)

Primera lectura del Libro del Éxodo (17, 3-7)
Salmo 94
Segunda lectura carta del apóstol san Pablo a los Romanos (5,1-2.5-8)
Lectura del santo evangelio según san Juan (4,5-42)

Reflexión del Evangelio:

“Iniciamos la andadura de este septenario cuando nos encontramos en el ecuador de la santa cuaresma. Por ello quisiera introducir a los hermanos de la Hdad. del Desconsuelo en el desierto. Un lugar privilegiado donde el ayuno de los sentidos nos hace mirar más hacia lo verdaderamente importante en este tiempo de “confinamiento”.
La sed es una señal de alarma para nuestro cuerpo que rápidamente desencadena la búsqueda de agua. O también, la sed puede ser la ocasión para el reproche por lo lejos que estamos de ella. O incluso, es oportunidad para valorar el saciarnos. El hombre se caracteriza por su constante sed no solo física sino espiritual. Siempre está en continuo estado de insatisfacción y búsqueda que le conduce a la trascendencia. ¿Cómo reacciona Jesús ante nuestra sed? No nos dice dónde se encuentra el surtidor porque él mismo es la fuente. Solo hay que fijarse en la imagen del Señor de las Penas. Sentado en silencio en esa roca. La roca que tocó Moisés para sacar agua (como hemos leído en la 1ª lectura). Esa Roca circular es también el pozo donde Jesús se encuentra con la samaritana (Evangelio) que contiene el agua viva: su persona. Pero ¿Cómo se puede entender que Dios me ofrezca su ayuda y apague mi sed, si es él el que me pide de beber? Es la misma pregunta que se hizo la samaritana. Señor, si me encuentro en una situación honda, imposible de salir, de sacar ni una gota de agua en mi vida… ¿Cómo eres tú el que me pide? Precisamente el cristiano es en esas situaciones donde debe descubrir que somos primero nosotros a los que Dios nos pide que le demos. Dios nos pide nuestra sed, esa pobreza y miseria para que no la saciemos en otros pozos, sino solo en la fuente que mana de sus entrañas de misericordia. Pero.. ¿Cómo comienzo a salir de este pozo, de esta sed? Bebiendo del Agua Viva, de Cristo. Solo reconociendo a la única fuente que nos sacia, creyendo firmemente en su misericordia que me perdona y ama a pesar de mis contrariedades es cuando comienzo a salir de ese pozo.  No mendiguemos de otros pozos que nos dan más sed, y vayamos a su roca, a su pozo, para encontrar el agua viva que apaga toda sed. Así sea.”

P. Miguel Ángel Aguado Mesa, O. de M.

Comunión Espiritual

Creo, Jesús mío,
que estás real
y verdaderamente en el cielo
y en el Santísimo Sacramento del Altar.
Os amo sobre todas las cosas
y deseo vivamente recibirte
dentro de mi alma,
pero no pudiendo hacerlo
ahora sacramentalmente,
venid al menos
espiritualmente a mi corazón.
Y como si ya os hubiese recibido,
os abrazo y me uno del todo a Ti.
Señor, no permitas que jamás me aparte de Ti.

Amén

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