Paso de Palio

En el paso de Palio, Dolorosa acompañada de San Juan. Iconográficamente, la Virgen dialogando con San Juan es un tema que se ha llamado la Amargura, comprendiendo el instante pasionista en que la Madre de Dios recorrió la vía dolorosa camino del Calvario. Al representar esta iconografía, siempre se le dio a la Virgen una expresión de profunda tristeza, captando al Apóstol en el momento de indicar el recorrido de Cristo por la Vía de la Amargura, con la Cruz a cuestas.

Los precedentes históricos de esta iconografía provienen de los Apócrifos, concretamente en las llamadas Actas de Pilatos, que son unos escritos latinos en los que aparecen muchos pormenores de la subida al Calvario, que entendieron que la Virgen iría acompañada del Apóstol Juan y que, al encontrar a Cristo en la calle de la Amargura cargando con la Cruz, se desmayó. Aunque esta descripción no concuerda con los Evangelios, puede servir, sin embargo, de complemento de los mismos. Esta iconografía no fue utilizada por los imagineros sevillanos, ni tampoco por los de Jerez, que prefirieron representar a la Virgen y San Juan en conversación, en diálogo, o en sacra charla, como espectadores que salen al encuentro de Cristo en la vía dolorosa.

Se trata de un paso clásico, todo él realizado en plata de ley. Manuel Gabella Baeza es el autor de todas las piezas de orfebrería; los varales, de plata repujada y cincelada, los realizó en 1946; los basamentos son cuadrados y en cada cara hay un nicho. Delante del nicho, de la cara exterior, está la imagen de un Apóstol (del apostolado de la Cartuja); son figuras de bulto redondo, con un movimiento en el conjunto y en los detalles que hacen que estas pequeñas figuras se conviertan en grandes esculturas del mejor momento del barroco. Fermín Bohórquez Escribano y su esposa regalaron el año 1957 la peana de plata de ley.

Los respiraderos se estrenaron en 1949, luego vendría el estreno de los candelabros de colaen 1957, en forma de parra y con bases triangulares y sobre cada una de ellas, y alrededor del fuste, hay tres angelitos desnudos que juegan y corren sobre la peana (también fueron donados en 1955 por el matrimonio Fermín Bohórquez Gómez y Soledad Escribano Aguirre). Las jarras, cuatro grandes y seis medianas, son del año 1947, y las ocho pequeñas, de 1954, siendo donadas todas por Don Ignacio de Soto Domecq. La candelería, que es de plata de ley, tiene 124 puntos de luz y los candelabros de cola, 30.

Llaman la atención de los varales la forma de los mismos, que arrancan de unos portentosos basamentos y luego se van adelgazando hasta rematar en la cúspide. El paso lleva una imangen de San Blas, labrada en plata de ley y realizada por el taller de orfebrería de José Manuel Ramos de Sevilla, colocándose en el paso por primera vez en el 1992 tras el llamador, que es también de plata de ley y que fue donado por Don Ignacio Vázquez.

La corona de la Virgen, de plata repujada con adornos de oro, es característica por las ráfagas amplias y largas, con imperiales, o sea, corona cerrada; fue diseñada y labrada también por Manuel Gabella Baeza en 1947 y donada por D. Ignacio de Soto Domecq.

Juan Manuel Rodríguez Ojeda realizó los bordados en oro. El techo de palio fue estrenado en 1902 y el manto, de terciopelo de tonalidad azul pavo real, el 16 de abril de 1905, por la Virgen de la Amargura de la capital hispalense. El coste fue de diecisiete mil pesetas. Posteriormente fueron adquiridos por la Hermandad del Desconsuelo en 1926 por diecinueve mil quinientas pesetas pagadas en varios plazos.

Es el primero que realiza Juan Manuel Rodríguez Ojeda con este diseño, que sirvió de guía a otros palios de este autor. A pesar de ser una innovación en su tiempo estos bordados guardan ciertos resabios de la estilística precedente: en el techo y en el interior de las bambalinas nos encontramos todavía bordados que mezclan los motivos vegetales con motivos geométricos tan propios del siglo XIX y que también podemos encontrar en otro palio que también fue diseñado por Juan Manuel Rodríguez Ojeda como es el de la Piedad.

Es uno de los primeros en el que se incorpora un elemento básico en la obra de Juan Manuel Rodríguez Ojeda, como es el eje simétrico, el candelero, y que se trata, en síntesis, de un eje central que va desde el centro de la embocadura del manto hasta la parte central de la cola. Hay un candelero desde el que va partiendo toda la vegetación, todos los elementos a bordar, y que sirve también como espejo, siendo el candelero el que marca la simetría: del centro a la izquierda será el mismo bordado que del centro a la derecha. En él se aprecian las nuevas aportaciones del artista como son los caracolillos, zarcillos, rosas de pasión y otra gran lista de elementos para enriquecer los pasos de palio. Es en de definitiva de composición longitudinal, y, de cestillos, ánforas y macollas; surgen enormes hojas de acanto muy voluminosas, con múltiples brotes que se desparraman hacia ambos bordes del manto y lo llenan todo.

A destacar el jarrón-cratera que está casi al borde del manto; de éste no brotan las hojas de acanto: son flores preciosas, fantásticas que quedan al aire, que cuando el paso avanza oscilan suavemente. Se restauró entre los años 1981 y 1982 para pasarlo a nuevo terciopelo, respetándose al completo el mismo dibujo del bordado, por José Guillermo Carrasquilla, que cobró 5.200.000 pesetas por el trabajo. Con anterioridad a este manto, la Virgen aparecía cubierta con otro manto con unos bordados de cuernos de la abundancia con unos grandes lazos. A finales de los años 40 estos bordados se aplicaron a los paños de las bocinas y el Senatus.

En el palacio de los Puerto Hermoso se conservaban unos paños de terciopelo bordado: en el siglo XVIII decoraban el dormitorio principal de la Casa de Braganza. De estos paños, y por la generosidad de Don Ignacio Soto Domecq y la iniciativa del cofrade José Bernal Fernández, se hicieron los faldones del paso de palio del Desconsuelo. El trabajo se realizó en 1946 en el taller de bordados que las Carmelitas de la Caridad habían montado en unas dependencias que tenían en un colegio de nuestra ciudad.

La imagen de la Virgen cuenta con varias sayas. La de procesionar tiene parte de bordados anónimos del siglo XIX, procedentes del manto antiguo de la Señora. Tiene otra saya de terciopelo rojo oscuro de por lo menos finales del siglo XIX. Los bordados son de hilos de oro y la composición es ascendente. Comienza con una gran mancha de oro, un florero, y de éste y de su pie salen flores que suben y se mezclan con roleos. Al final hay otro florero más delicado, y sus flores son las que rematan la composición.

En el camarín, la Virgen tiene también otra saya de terciopelo rojo. Los bordados cubren la falda y el corpiño. Es una composición muy original y una mezcla de escuelas; los roleos son de trazos finos suaves, como los bordados valencianos, y sirven de soporte a unas flores grandes, dibujadas con mucho realismo. Es probable que se bordaran a mediados del siglo XIX.