Tribuna libre|| Monseñor D. Juan Del Río Martín.

Esta pandemia está dejando a nuestra sociedad muy mermada. Diariamente son varios cientos de personas las que fallecen dejando un vacío no sólo entre sus familiares y amigos, sino también en todos los ámbitos en los que esas personas ejercen su quehacer habitual.
Las frías estadísticas no nos dejan ver la verdadera magnitud de esta auténtica catástrofe que supone el Covid-19. Quizás sólo cuando se produce el fallecimiento de una personalidad distinguida, como es el caso de Monseñor D. Juan del Río Martín, podemos apreciar el verdadero nivel de todo los que está aconteciendo.
D. Juan del Río, Arzobispo Castrense de España desde 2008 se nos ha ido a los 73 años víctima de esta maldita enfermedad que llamamos popularmente Coronavirus, uniéndose así a otras 511 personas que han dejado de existir el mismo día que él.
Con la muerte de D. Juan se nos ha ido un grande, una persona que ejerció su ministerio como sacerdote y como obispo durante casi 47 años. Su desaparición ha provocado casi instantáneamente una reacción de pesar en muchos sectores de la sociedad y no sólo entre quienes le conocieron personalmente, sino también entre aquellos que han sabido de su labor en la iglesia española en todas y cada una de las etapas de su vida eclesiástica, a través de los medios de comunicación o de alguna de sus publicaciones.
Monseñor D. Juan del Río ha dejado tras de sí un auténtico caudal de cariño y afecto. Más de la mitad de su vida religiosa la llevó a cabo en la que ha sido su ciudad de adopción por excelencia, Sevilla. Se ordenó sacerdote en 1974 iniciando una formación que le llevó primero a Granada, donde obtuvo el título de Graduado Social y posteriormente a Roma donde se licenció en Teología Dogmática, doctorándose después en la misma especialidad con una tesis sobre San Juan de Ávila. Su servicio a la iglesia hispalense se extendió desde su apostolado inicial en Pilas, tanto en la parroquia de Santa María la Mayor como en el seminario menor, hasta la Universidad sevillana en donde ejerció no sólo como profesor universitario sino también como delegado diocesano de pastoral universitaria, posibilitando unos años después y gracias a una especial “negociación” con el entonces rector de la misma D. Javier Pérez-Royo la creación del Servicio de Asistencia Religiosa de la citada Universidad. Entre una cosa y otra D. Juan ejerció tareas tan diversas como las de Vicerrector del Seminario Mayor, Profesor del Centro de Estudios Teológicos, Director de la Oficina de Información de los Obispos del Sur de España o Director Adjunto del Pabellón de la Santa Sede en la Expo 92.
Después de más de cuarenta años de vinculación con la ciudad de Sevilla, el 29 de junio del año 2000 es nombrado, a los 52 años de edad, obispo de la diócesis de Asidonia-Jerez. Su consagración para dicha labor apostólica, unos meses después, supuso uno de los acontecimientos sociales, y por supuesto religiosos, más importantes de la reciente historia de Jerez. Durante los ocho años que permaneció como Pastor de la Diócesis, realizó obras muy destacadas como la creación del Instituto Superior de Ciencias Religiosas Asidonense, o la finalización de los trabajos de restauración y acondicionamiento del Palacio de Bertemati como sede episcopal. Así mismo mantuvo su vinculación con el mundo cofrade, iniciada en

Sevilla donde había sido Director Espiritual de la Hermandad de Los Estudiantes durante doce años, con la creación de una normativa diocesana para hermandades y cofradías publicada el 29 de junio de 2005 y que hoy en día sigue constituyendo el pilar básico del funcionamiento de estas entidades en la Diócesis Asidonense.
D. Juan mantuvo siempre, también en su época como obispo, su talante cercano y amable que le permitió llegar con facilidad a cualquier persona, tal y como tuvimos la oportunidad de constatar durante su visita a la Hermandad del Desconsuelo el Domingo de Pasión del año 2018. Ese 18 de marzo, D. Juan del Río Martín presidió la ceremonia de Función Principal de Instituto pronunciando una homilía tan celebrada que todavía es recordada entre quienes tuvieron la oportunidad de escucharla. Ese carácter agradable y simpático, del que también hizo gala durante la posterior visita a nuestra Casa de Hermandad, resultaba familiar a muchos hermanos que habían tenido la ocasión de tratarle con anterioridad, especialmente durante la última etapa de la restauración del templo de San Mateo reabierto en el año 2002. En aquella ocasión la inestimable ayuda de D. Juan contribuyó a que la Hermandad pudiese finalizar con éxito su deseo de ver abierta al culto, después de muchos años, su sede canónica.
El 30 de junio de 2008 fue nombrado Arzobispo Castrense de España, cargo que ha ejercido hasta sus últimos días. Desde la sede de la calle del Nuncio, 13, D. Juan ha atendido durante estos últimos 12 años tantos los servicios religiosos de la Casa Real como el acompañamiento espiritual y pastoral de todos los miembros de los Ejércitos españoles, labor esta última que ha llevado a cabo en colaboración con sus capellanes castrenses.
No podemos terminar esta semblanza sin recordar que D. Juan era una persona que le gustaba estar permanentemente en contacto con la gente, por ello no dudaba en utilizar cualquier medio que le permitiese la comunicación. En los últimos tiempos se han hecho muy famosos sus “tweets” con los que contribuía a diario a esbozar una sonrisa, a fortalecer la fe o a dar un mensaje de ánimo a aquellos que más lo necesitaban. Nos quedaremos, para finalizar, con un par de ellos colgados sólo unos días antes de cruzarse con ese virus que se ha llevado su vida. Es verdad que alguno de los mensajes parece premonitorio, como aquel que publicó el último domingo que pudo celebrar: “No está la seguridad ciudadana para irse con desconocidos. Pero cuando Jesús llama, se revela como una de las personas más fiables de este mundo. ¡Anda, no dudes! pregúntale “¿Dónde vives? Y te dirá Ven y lo verás” (Jn 1, 35-42)”
El segundo de ellos, define perfectamente el carácter de D. Juan. Fue publicado el pasado martes, día 19 de enero y dice así: “En estos tiempos recios, es más necesario que nunca: la alegría, el humor y la sonrisa cotidiana; porque si la pandemia alcanza el alma, esta languidece y se pierde la esperanza. Por favor, no olvides el refrán: “Al mal tiempo, buena cara”
Según las estadísticas, el Covid se ha llevado a un ciudadano. Para aquellos que tenemos la suerte de tener fe y de creer en las personas, el pasado día 28 de enero entró en el cielo un

señor que, compartiendo la alegría de la presencia de Cristo con otros muchos seres que han fallecido a consecuencia de esta pandemia, intercederá por todos los que aquí nos quedamos intentando seguir el ejemplo de compromiso y evangelización que nos ha dejado D. Juan del Río Martín.
Nos acordaremos mucho de usted D. Juan. Echaremos de menos su talente pacificador y conciliador, así como su capacidad para aunar el cumplimiento del deber y la devoción, sin poner una delante de la otra. Descanse en paz, querido Arzobispo.
Fernando Martín Durán

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