GRACIAS.

Llevamos años difíciles, vivimos tiempos difíciles, nos quedan tiempos difíciles y ayer mismo, tomamos decisiones difíciles. Nadie lo oculta, nadie lo obvia, nadie lo niega. Pero entre tantas dificultades que se nos presentan en la vida, que se presentaron antaño y que seguirán presentándose, todo es más llevadero cuando en Dios se confía y se tiene hombros de hermanos donde reclinar la cabeza.

Y ayer, tanto yo como mi Junta de Gobierno encontramos muchos hombros de gente buena y desinteresada, de gente fiel y abnegada, de gente cristiana y comprometida, que nos prestaron los suyos para darnos apoyo, ánimos y fuerzas con las que seguir nuestro caminar.

Quiero en primer lugar dar las gracias a mi Junta de Gobierno por su determinación, unidad y compromiso. A nuestro Director Espiritual, D. Carlos Redondo por ponernos en presencia del Espíritu Santo. A los consejeros por su sabios consejos. A las camareras por su intenso y monumental trabajo. A los capataces, equipos y cuadrillas de costaleros que se dejaron los riñones y corazón en cada levantá, en cada chicotá, en cada necesidad de ganar tiempo. A la dirección de cofradía y todo su equipo por la impresionante gestión de un cortejo partido en dos templos distantes para unirlos milimétricamente por caminos distintos a su llegada a San Mateo.  A cada uno de mis hermanos que han apoyado de corazón las decisiones de su Junta de Gobierno aunque no coincidieran con ellas. A todos por su comportamiento ejemplar y abnegado durante las largas horas de espera.

Quiero dar las gracias al Consejo de la Unión de Hermandades, a su presidente, al responsable de día y a cada uno de sus miembros por su cariño, dedicación y apoyo. Sin ellos todo habría sido casi imposible.

Quiero agradecer de corazón a todas las hermandades que nos han esperado, acogido y ayudado en sus templos y capillas. Pido perdón por haber pasado demasiado deprisa por Santiago por una alerta de posible lluvia, por haber estado tanto tiempo en Santo Domingo y en la catedral por esa misma lluvia. No tengo palabras para agradecer el cariño de la Soledad, de la Hermandad del Huerto, del Rocío, la acogida dispensada por los Padres Dominicos y por el Cabildo Catedral y  la larga espera de la hermandad de las Tres caídas y de la Peña la Buena Gente en la plaza de San Lucas por si llegábamos…

A las bandas de la Estrella y a la de Maestro Dueñas que hicieron algo más que tocar sus instrumentos y nos tocaron el corazón por su entrega y cariño. 

A Javi Romero que no se separó de mí ni un momento para advertirme con antelación del posible peligro de lluvia. Gracias a esos consejos pudimos evitar males mayores.

Y a todos los que he olvidado por mi pobre memoria pero que también han estado ahí.

Me quedo con la pena de no haber podido llevar a las Hermanas de la Cruz al Señor de las Penas y a María Santísima del Desconsuelo. Sé que nos estaban esperando y que rezaban por nosotros. Y desde la prisa y la lejanía al otro lado de la plaza Belén al paso del Señor de las Penas estaban sus rostros y su balcón iluminados. Gracias a esas oraciones, el Señor y la Virgen de todas las hermandades de ayer pudieron llevar consuelo y alegría para tantas penas y desconsuelos que seguimos viviendo. Me quedo con ese balcón iluminado por ellas para todos nosotros,con la firme promesa de seguir trabajando por lo que ellas defienden con su ejemplo.

Sí, ha sido un Martes Santo difícil, pero gracias a todos losque tienen un corazón noble y entregado a Cristo se ha hecho mucho más ligero y llevadero.

Paco Zurita

Hermano mayor

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