DON MARCELO, UNO DE LOS NUESTROS

DON MARCELO, UNO DE LOS NUESTROS

El papa Francisco, en su exhortación apostólica sobre la santidad, Gaudete et exsultate, introduce un curioso concepto: los santos «de la puerta de al lado», aquellos que viven cerca de nosotros y son un reflejo de la presencia de Dios. Esta definición no sólo es aplicable a la multitud de los santos anónimos, sino también a algunos de esos santos de altares que el Pueblo de Dios sigue tratando con la misma familiaridad con la que lo hacían cuando aún peregrinaban por este mundo. Uno de ellos es el Beato Cardenal Marcelo Spínola y Maestre, D.Marcelo para todos los que nos contamos entre sus devoto

Coetáneo de otra de esas santas «de la puerta de al lado», Santa Ángela de la Cruz – tan querida en nuestra hermandad – D. Marcelo nació en San Fernando en 1835. Licenciado en Derecho, estableció su despacho en Huelva y, posteriormente, se trasladó a Sanlúcar de Barrameda. El joven letrado – lejos de aspirar a una prometedora carrera profesional – mostró una gran preocupación por los más desfavorecidos, a los que asesoraba jurídicamente de forma gratuita. Esta especial inclinación por los preferidos de Dios le llevó a ingresar en el Seminario de Sevilla y a ordenarse sacerdote en 1864.

Tras unos años en tierras sanluqueñas, fue nombrado párroco de la sevillana Parroquia de San Lorenzo en 1871. Allí, se involucró intensamente en las vidas de las dos hermandades que tenían sedeentonces en dicho templo: el Gran Poder y la Soledad. En la primera, incluso, ingresó como hermano en 1872 y llegó a ser mayordomo y director espiritual. Posteriormente – ya como arzobispo hispalense – sería nombrado hermano mayor honorario de ambas cofradías. Esta misma atención y cariño le llevaría, muy probablemente, a aprobar la reorganización de nuestra Hermandad del Desconsuelo, de la que el próximo 12 de febrero se cumplen 125 años.

Pero si por algo ha pasado a la historia es por ser un sacerdote y obispo profundamente entregado a los más pobres y necesitados. Sufrió mucho al ser consciente de la precariedad y miseria en la que vivían mucho de sus hijos. Le preocupabaespecialmente la creciente distancia que existía entre la Iglesia y la naciente clase obrera, por lo que apostó por renovar el compromiso de la Iglesia con los más desfavorecidos; llegando al punto ir pidiendo puerta a puerta con su sombrero arzobispal en la mano, por lo que fue conocido como el «arzobispo mendigo».

La vida y obra de D. Marcelo puede – y debe – ser un estímulo y un ejemplo para todos los cristianos; especialmente, para aquellos que le debemos la comunidad eclesial en la que vivimos nuestra fe y caminamos al encuentro del Dios vivo y verdadero, a través de la devoción a Ntro. Padre y Señor de las Penas y a María Stma. del Desconsuelo. Que, por intercesión del Beato Marcelo Spínola, seamos cada día más reflejos de la bondad y la misericordia de Dios y testigos de su Amor; y así ser nosotros también «santos de la puerta de al lado».

Fernando Martín Llamas, seminarista.

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