Tribuna Libre|| «María Modelo y Madre» por Fernando Martín Durán

Como todos sabéis la devoción a la Santísima Virgen pertenece a la naturaleza misma del culto cristiano. El culto a la Virgen se enraíza en la singular dignidad de María que es a la vez Madre del Hijo de Dios, y como tal predilecta del Padre que la eligió, y templo del Espíritu Santo. Su gloria ennoblece a todo el género humano, no en vano el poeta Dante Alighieri dijo, en una expresión más propia de ser pronunciada en la jerezana Academia de San Dionisio que en la Piazza della Signoria de Florencia: “tú eres aquella que ennobleció tanto la naturaleza humana, que su Creador no desdeñó en convertirse en hechura tuya”.
María es también “modelo de la actitud espiritual con la que la Iglesia celebra y vive los divinos misterios”. Esta afirmación que hizo el Papa Pablo VI al comienzo de la exhortación “Marialis Cultus” dedicada a proponer a la Virgen María como modelo de la Iglesia en el ejercicio del culto, es una consecuencia también de la ejemplaridad de la figura de la Madre de Dios. Pero, además, corresponde perfectamente al hecho del reconocimiento de María como modelo de la Iglesia en el orden de la fe, de la caridad y de la perfecta unión con Cristo, detalles éstos que no debemos olvidar ahora que la Hermandad está inmersa en un proceso de Coronación Canónica de María Santísima del Desconsuelo.
El culto a la Virgen tiene uno de sus fundamentos en la incesante y eficaz intercesión de María mediante la cual, aun habiendo sido asunta al cielo, sigue mostrándose cercana a los fieles que la suplican, y aun a aquellos que ignoran que realmente son hijos suyos.
Y es precisamente en este apartado de la Asunción de la Virgen

donde deberemos incidir para destacar la importancia que tiene esta festividad para la Hermandad del Desconsuelo.
Haciendo un breve recorrido histórico por la popular festividad de la Virgen de agosto recordaremos que en Jerusalén, a mediados del siglo V, se celebraba ya la fiesta de la Santísima Virgen el día 15 de agosto, en su basílica de la Dormición (Kathisma) en el camino que va a Belén. Celebrada al siglo siguiente en Oriente como fiesta de la Dormición de la Virgen, la solemnidad mariana pasó a Roma a mediados del siglo VII. Pero Occidente no celebró su gloriosa Ascensión hasta más de doce siglos después, siendo preciso puntualizar que antes que nadie fue precisamente la Hermandad del Desconsuelo de Jerez quien confirmando la virginal maternidad de la Nuestra Señora, proclamó además, el domingo 3 de abril de 1927, defender el misterio de la Asunción a los Cielos de la Santísima Virgen en cuerpo y alma, declarando que así como María fue exenta del contagio de la culpa, igualmente quedó inmune de la corrupción del sepulcro, contemplando igualmente a nuestra Madre como Mediadora Universal de todas las Gracias. Unos años más tarde, en concreto el 1º de noviembre de 1950 el papa Pio XII daría a la fiesta del día 15 de agosto mayor esplendor por la definición dogmática del misterio de la Asunción, momento del que también fue testigo la propia Hermandad que recibió del Santo Padre una medalla, como reconocimiento a la proclamación realizada en 1927, medalla que actualmente luce en el Simpecado de la Hermandad.
La Virgen, contemplada en las circunstancias de su vida terrena o en la felicidad de que goza ya en la ciudad de Dios, ofrece una

palabra tranquilizadora y una visión serena del mundo que nos rodea: es una garantía de que la esperanza triunfará sobre la angustia, la comunión sobre la soledad, la paz sobre la turbación y la alegría y la belleza sobre el tedio.
Confiemos siempre en la Santísima Virgen María y aprendamos de su entrega, de su sencillez y de su humildad.

Fernando Martín Durán

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