Desconsuelo IV

Las intenciones del día de hoy se aplicarán por los enfermos y fallecidos por el coronavirus, así como por el eterno descanso de Consuelo García y Francisco Javier Guitarte Pimentel

El encuentro de Jesús con la cruz a cuestas camino del calvario.

Virgen María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al ver a tu Hijo cargado con la cruz, como cargado con nuestras culpas, llevando el instrumento de su propio suplicio de muerte; Él, que era creador de la vida, aceptó por nosotros sufrir este desprecio tan grande de ser condenado a muerte y precisamente muerte de cruz, después de haber sido azotado como si fuera un malhechor y, siendo verdadero Rey de reyes, coronado de espinas; ni la mejor corona del mundo hubiera sido suficiente para honrarle y ceñírsela en su frente; en cambio, le dieron lo peor del mundo clavándole las espinas en la frente y, aunque le ocasionarían un gran dolor físico, aún mayor sería el dolor espiritual por ser una burla y una humillación tan grande; sufrió y se humilló hasta lo indecible, para levantarnos a nosotros del pecado; te acompañamos en este dolor . . . Y, por los méritos del mismo, haz que seamos dignos vasallos de tan gran Rey y sepamos ser humildes como Él lo fue.

Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo, bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios, Ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte, Amén

Doloroso Septenario

En Honor de la mujer más amante de Jesús, de la madre más afligida, María Santísima, Madre de Dios y Madre de Pecadores, ante su soberana y hermosa imagen del

DESCONSUELO

Por la Señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos líbranos Señor, Dios nuestro.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo,

Amén

Acto de Contrición

Dios de toda consolación y paciencia, que después de haberme criado y estampado en mi la hermosura de tu imagen, viéndola borrada por mis infinitas culpas, me mandaste a tu Hijo Eterno, para que hecho hombre, por medio de un cúmulo de tormentos, me redimiese.
Vos, Señor, que no quieres que me pierda, sino que con toda paciencia me estás aguardando, a que yo emprenda el camino de la penitencia, aquí estoy ya postrado en vuestra Soberana presencia, arrepentido de todos mis pecados, repitiendo mil veces, que me pesa en el alma de haberte ofendido, proponiendo la enmienda de mi vida y esperando en vuestra infinita misericordia, por los méritos infinitos de la Pasión de mi Señor Jesucristo y los Desconsuelos de su Santísima Madre, la gracia de ser perdonado, Amén.

Consideración

Considera alma mía, el corazón de la Santísima Virgen en ese paso duro y cruel, viendo delante de sus ojos a su purísimo Hijo, totalmente desnudo, delante de toda aquella gente disoluta. Al Señor de la pureza, a quien no miran sin temor y reverencia los mismos ángeles, desnudo como si fuera un truhan, o un bufón de la plebe, delante de inmenso Pueblo, que al mismo tiempo lo insulta. Si el corazón de Jesucristo fue, al decir los Santos Padres, en este paso de su desnudez, tan lleno de pena, que mayor no la tuvo en el largo padecer de tantos tormentos, como estaría el corazón de esta Purísima Virgen considerando tanta pena en su amado, ve a su Hijo desnudo, y desnudos por aquel mismo pueblo, que caminante por el desierto, porque no se viesen desnudos, hizo el milagro de conservarle sus vestidos en muchos años sin que se rompiesen; y este Pueblo ahora lo desnuda, y los ángeles no tienen licencia para con sus alas cubrirlo, ni esta Santísima Señora esconderlo del registro del un Pueblo desatento, cubriéndole con su pobre Manto. ¡Oh cuento Desconsuelo en el corazón de esta Madre! Acompañémosle rezándole en reverencia de Él siete Ave Marías.

  1. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo, bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
    Santa María, Madre de Dios, Ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte, Amén.
  2. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo, bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, Ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte, Amén
  3. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo, bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, Ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte, Amén
  4. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo, bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, Ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte, Amén
  5. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo, bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, Ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte, Amén
  6. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo, bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, Ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte, Amén
  7. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo, bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, Ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte, Amén

Oración

Bendita seas, Virgen purísima, yo te alabo, y mil veces te bendigo en este Desconsuelo tan terrible, que padeció tu puro corazón viendo desnudo a tu Santísimo Hijo mi Salvador. Alcánzame de este mismo Señor, la Gracia de que sepa yo desnudarme de mis pasiones, y de mi amor propio, y así me vista de la pureza de mis costumbres, de la modestia en todas mis acciones, para que agrandándote así en la tierra, merezca verte por eternidades en la Gloria, Amén

Maravillas obradas a la invocación de la Virgen Santísima del Desconsuelo

El año de 1723, estando D. Simón Serrano, devoto de María Santísima del Desconsuelo, en la Ciudad de Granada, lo atropelló un caballo. Le puso una mano en la cabeza, y la otra en el pecho, dividiéndole una quijada, y en la cabeza haciéndole una herida, que le dieron once puntos. Lo llevaron al hospital fuera de sí, pues no pudo recibir sino la Extremaunción. A las cuatro de la mañana, abrió los ojos y confesó que había visto a María Santísima del Desconuselo, como estaba en su capilla. Le prometió dar limosna para la obra que se estaba haciendo en la capilla de la Señora, y al instante desaparecieron los dolores, y quedó sano.

Lecturas del día 18 de marzo de 2020 (pinche aquí)
Primera lectura
Lectura del libro del Deuteronomio (4,1.5-9)
Salmo
Salmo 147
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Mateo (5,17-19)

Comentario del Evangelio

“Una de las muchas actitudes del Patrón de la Iglesia Universal fue su silencio. Esta misma Hermandad ostenta el título de archicofradía del “silencio”, meditando en ese silencio atónito del Señor de las Penas que espera su sacrificio redentor. ¿Por qué el silencio es tan importante? El silencio es el lugar donde habita Dios, en el silencio hay verdad porque todo sale a la luz que esconde el ruido, en el silencio el único que habla es Dios.
Por eso: frente a la pena de ser ajusticiado injustamente, Cristo calla. Frente a unos discípulos que lo abandonan, Cristo calla. Frente a un porvenir dichoso en contraste con su destino, Cristo calla. Frente a la búsqueda de un sentido a lo que parece un fracaso, Cristo calla.  ¿Es acaso Cristo lógico que responda con su silencio ante esta injusticia?
El Silencio del Señor de las Penas es una espera, unas manos entrelazadas que ruegan y una mirada fija en el cielo. No basta ni más ni menos. En la efigie de su presencia se sintetiza una meditación plástica del significado del silencio de Dios. San Agustín decía: “Dios tiene un lenguaje secreto, a muchos le habla al corazón; y hay un potente sonido en el gran silencio del corazón que te dice: Yo soy tu salvación”. Ante tus penas… “Yo tengo la última palabra”. ¡Cuántos silencio debajo de un antifaz cuando hacemos estación de penitencia el martes santo! Así es como el Señor nos enseña como María a meditar las cosas de la vida cotidiana que nos suceden por duras que sean en el corazón, sagrario de Dios. Aprendamos como Juan el evangelista que supo reclinar su cabeza en el pecho del Maestro y encontremos la confianza de tenerlo siempre cerca. Así sea..”

P. Miguel Ángel Aguado Mesa, O. de M.

Comunión Espiritual

Creo, Jesús mío,
que estás real
y verdaderamente en el cielo
y en el Santísimo Sacramento del Altar.
Os amo sobre todas las cosas
y deseo vivamente recibirte
dentro de mi alma,
pero no pudiendo hacerlo
ahora sacramentalmente,
venid al menos
espiritualmente a mi corazón.
Y como si ya os hubiese recibido,
os abrazo y me uno del todo a Ti.

Señor, no permitas que jamás me aparte de Ti. Amén

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